TRAS LA TEMPESTAD LLEGA LA CALMA
Hace muchos meses que no escribo. Tras la tempestad llega la calma y la mia es calma hueca. Parece que mis neuronas literarias sólo trabajan en tiempos de guerra. Ahora estoy tranquila, moderadamente feliz, completamente estable y templadamente satisfecha. El desgarro y la inspiración quedaron atras.
Se despejó el día y ahora, bajo el cielo azul, mi cabeza busca alguna otra insatisfacción en la que instalarse, para llamar a gritos desde allí a las musas. Se acabó lo de ser una funcionaria de los sentimientos.
El letargo del alma me horroriza. Ni frio ni calor, problemas terrenales, hipoteca, estres vulgar, encefalograna plano ________________________. Ni un sólo sobresalto en la vida, nadie a quien llorar, nadie a quien querer de nuevo, nadie a quien desear ni a quien odiar... Un desierto con buenas condiciones climatológicas, no me matará pero me canso de andar bajo el puto microclima. Tengo agua, comida y sombra pero ni alma, ni corazón, ni terminaciones nerviosas.
LLevo meses andando por este desierto que no me mata, que ni siquiera me molesta, pero que parece que no me lleva a ninguna parte. El paisaje invariable... ni siquiera un cactus que me haga despertar. Lloré, grité, escribí, odié, deseé, me di pena, corrí infatigablente y llegué a un oasis que se ha vuelto ahora un desierto amable, que no me mata, que ni siquiera me molesta pero que me aburre porque el paisaje no cambia, no hay hierba, ni tampoco rocas, no hay mar ni tampoco sed. La mas absoluta planicie, una meseta interminable que debe tener límites que aún no veo, si siquiera a lo lejos. Quizás algún día me despeñe, quizá algún día llegue al final y ni siquiera lo note, quizá me caiga rodando por la ladera de puro aburrimiento. Quizás me despierte del golpe.
